Hacia el final de mi cargo en una megaiglesia evangélica, conocí a un joven estudiante universitario reformado holandés llamado Jason (ahora sirve como pastor conmigo); nos sentábamos y discutíamos sobre el dispensacionalismo y la teología pactual. Recuerdo claramente que quería rescatarlo de su «teología del reemplazo» que era obviamente antisemita. Él no entendía las promesas de Dios a Israel, estaba confundiendo la iglesia del Nuevo Testamento con el Israel del Antiguo Testamento; también se aferraba a restos doctrinales papistas como el paidobautismo. Este joven estaba bien catequizado y amaba al Señor, disputaba pacientemente mis argumentos, y en una ocasión me preguntó: «¿Alguna vez has leído a algún teólogo pactual? Si no has leído a sus mejores pensadores, ¿cómo puedes criticarlos con tanta confianza?» Acepté ese reproche y comencé a leerlos.
Después de leer asiduamente las obras de varios teólogos pactuales durante aproximadamente un año y de examinar sus exégesis, comencé a ver la continuidad de la biblia de una manera que me sorprendió y deleitó; comencé a ver a un Dios glorioso que envió a un bondadoso Salvador para salvar misericordiosamente a su único pueblo elegido. Empecé a comprender por qué mis hermanos reformados hablaban del pacto de obras y del pacto de gracia— estaban distinguiendo la ley y el evangelio bajo los encabezados federales de Adán y Cristo.
Adán fue el primer jefe federal del pueblo de Dios. Si hubiera obedecido perfecta y perpetuamente la Ley de Dios, él hubiera merecido la vida eterna para la humanidad. Lamentablemente, Adán cayó en la tentación de Satanás y transgredió la Ley de Dios; en la caída de Adán todos pecamos; todos somos culpables y corruptos en Adán. Por lo tanto, ningún hombre puede guardar la Ley, y todos los hombres están condenados a morir. Necesitábamos a un segundo Adán que cumpliera el justo requisito de Dios en nuestro lugar, aquel que fue prometido en Génesis 3:15. Él fue revelado progresivamente con mayor claridad a lo largo de las escrituras del Antiguo Testamento, particularmente en cada pacto prometido del Antiguo Testamento (Abraham, Moisés, David, nuevo pacto). Vemos el cumplimiento de todas esas promesas en Jesucristo; Cristo guardó el precepto (obediencia activa) y la pena (obediencia pasiva) de la Ley en nuestro lugar. Él cumplió lo que Adán, Israel y nosotros no pudimos; él pagó la pena de la ira justa de Dios por nuestro pecado, y murió la muerte merecida por nuestro pecado.
Finalmente comencé a entender por qué hablamos de la imputación de la obediencia activa y pasiva de Cristo a nosotros. Empecé a ver cómo no estaba captando la distinción a la que apuntaba Lutero con sus «dos palabras» de Ley y Evangelio. Vi cómo el pacto de obras y el pacto de gracia ayudaron a proporcionar una estructura bíblica global para la Ley y el Evangelio. La Ley es a la vez un pedagogo que me enseñó mi necesidad de Cristo, y una guía misericordiosa que me ayudó a caminar en gratitud por la gracia que era mía en Cristo. Charles Spurgeon tenía razón cuando dijo:
La doctrina del pacto divino se encuentra en la raíz de toda verdadera teología. Se ha dicho que el que entiende bien la distinción entre el pacto de obras y el pacto de gracia es un maestro en divinidad. Estoy persuadido de que la mayoría de los errores que cometen los hombres con respecto a las doctrinas de las Escrituras se basan en errores fundamentales con respecto a los pactos de la ley y de la gracia.1
La unidad de la biblia comenzó a cantar para mí como nunca antes. Mi predicación expositiva cambió cuando comencé a comprender cómo predicar correctamente a Cristo en todas las escrituras; estaba descubriendo al Antiguo Testamento como escritura cristiana, de una manera que no lo había hecho antes. No solo eso, sino que mi entendimiento del cuidado pastoral y la consejería también estaba cambiando; sabía que lo que la gente necesitaba por encima de todo era que sus pastores les mostraran a Cristo en todas las Escrituras; necesitaban escuchar acerca de su pecado y miseria, la gracia de Cristo, y ser instruídos bíblicamente a caminar en gratitud en Él.
Este fue un momento emocionante. Jason y yo plantamos juntos la iglesia Sovereign Grace Church.2 No queríamos nada más que predicar a Cristo a todos los que quisieran escuchar. Escuchábamos a White Horse Inn y leíamos materiales de Ligonier, Banner of Truth y CCEF, mientras tratábamos de descubrir cómo plantar una iglesia «centrada en el evangelio» que honrara al Señor y a Su Palabra. Leímos el libro de Michael Horton, A Better Way, y comenzamos a dar forma a un servicio de adoración de acuerdo con nuestras convicciones bíblicas recién descubiertas; sin embargo, realmente no teníamos idea de a dónde nos estaba llevando esto. Bueno, tal vez mi joven coplantador reformado holandés si la tenía.
Puedes leer toda esta serie aquí.
This article in English.
RESOURCES
- Subscribe To The Heidelblog!
- The Heidelblog Resource Page
- Heidelmedia Resources
- The Ecumenical Creeds
- The Reformed Confessions
- The Heidelberg Catechism
- Recovering the Reformed Confession (Phillipsburg: P&R Publishing, 2008)
- Why I Am A Christian
- What Must A Christian Believe?
- Heidelblog Contributors
- Recursos Reformados
- Support Heidelmedia: use the donate button or send a check to
Heidelberg Reformation Association
1637 E. Valley Parkway #391
Escondido CA 92027
USA
The HRA is a 501(c)(3) non-profit organization